miércoles, 2 de junio de 2010

El pasado domingo durante las elecciones Ejecutivas colombianas recordé esa escena de la venganza de los sith cuando Darth Sidius se autoproclama emperador galáctico y Padme dice: “así es como la muere la libertad…” pero dejando de lado todo el resultado electoral, lo que más me atormenta es que de toda la gente que conozco, y he llegado a conocer mucha, todos estaban con Antanas, lo que me hace pensar varias cosas; el colombiano promedio es un personaje que sigue las modas (aunque no encuentro para nada relación entre moda y la elección de tu gobernante) o simplemente miente acerca de su ignorancia política y proclama un cambio cuando lo que quiere es que no cambie el status quo y seguir bajo las ordenes de asesinos (ya sea de un bando o del otro).

Es muy triste ver como las redes sociales como facebook y twitter (la segunda en especial) mostraban una vertiginosa subida del candidato del partido verde, y decía uno: “wow, esta vez el voto si hará la diferencia…” entonces esperábamos resultados justos, parejos, con un Petro con la votación de Robledo, con un Mockus ganando la primera vuelta con más de 4 millones de votos, y un Santos ayudado por la maquinaria del Estado, pero lo que vimos fue inaudito, yo no sé si antes de pasar a las urnas había algo, un carrito regalando perros calientes (se vio en youtube), o si a pesar de que uno marcara el tarjetón amarillo o verde tu voto iba a parar al conteo del red, gold and green del partido de la U; un susto inmenso me dio al escuchar que Santos a las 5 de la tarde tenía 6 millones de votos y dije jijuemichica se nos vino la noche (que en realidad sería nos quitaron la noche) ya perdido y con pocas ganas de seguir viendo los resultados, dije: si logra los 7 millones empaque y vámonos porque no quiero ser asesinado.

Algo que no puedo dejar de lado y que me tiene asombrado, es el hecho de que antes de las 6 pm ya se sabía que habían votado muertos, desaparecidos, e incluso que la maquinaria había comprado votos, cosas tan increíbles que solo pasan en el país del sagrado corazón, a pesar de todo esto el ente regulador solo vino y cumplió miró las elecciones pero me imagino que JJ Rendón les dijo que: “si abrían su bocota serian acusados de infidelidades, relaciones con las FARC, y en el peor de los casos serian acusados de esconder en sus casa a Osama Bin Laden”; en fin, en medio de propagandas, avisos de vote por Mockus (visto cuando iba en el bus), señalamientos, reuniones del presidente con uno de los candidatos un día después de las votaciones (increíble pero cierto), así pasaron las elecciones ejecutivas en un país hermoso, con gente rara (porque ya uno ni sabe cómo, ni con que piensan los colombianos) las elecciones que darían el vuelco al país, pero qué, nosotros los que cantábamos a todo pulmón “se viene” de Bersuit, nos dimos cuenta que esto no tiene remedio y que la solución será hacer parte del aparato, ya sea en una fosa común, siendo parte de los falsos positivos, tener el teléfono interceptado por el DAS o simplemente ver desde tu casa comiendo crispetas como los peores criminales son los que manejan el erario público y lo destinan al agro ingreso seguro para que la vida republicana continúe bajo los designios de una dictadura civil, en donde la carta magna sea cambiada y manejada para que EL TIEMPO, RCN Y CARACOL sean nuestros únicos medios de comunicación y vivamos felices en el país que describió Orwells en su gran obra 1984.

krusty

La filosofía contemporánea se ha transformado en una deliberación sobre la modernidad. Hasta tal punto, esto es así que la labor de concebir filosofía hoy resulta intrínseca de la circunspección de su propio escenario histórico. La filosofía ha sido siempre una innegable deliberación sobre sí misma; pero en este momento este alegato de sí misma se ha transformado en su ocupación fundamental. Desde los que discurren que presenciamos a una fidedigna «revuelta contra la modernidad» (Lipset), hasta los que la precisan como un «proyecto inacabado» (Habermas), todo son recuentos, diatribas y revisiones. Se trata de una reflexión que, por lo general, no se repara con correcciones parciales, ni se soluciona en la enunciación de nuevos sincretismos, sino que concierne al núcleo mismo del espíritu que ha animado, durante varios siglos, a eso que llamamos, no sin una cierta vaguedad, la filosofía moderna. La radicalidad con que se muestran los vigentes estudios de la modernidad demanda un sistema que precise lo programático de lo coyuntural, el impulso esencial de sus formulaciones concretas. Por esta razón se ha de sujetar la filosofía moderna a sus rasgos más definitorios y representar las líneas básicas de su evolución, virtual o efectiva. La perspectiva histórica, tan precisa para establecer juicios de valor, nos permite alcanzar algún tipo de desenlaces sobre una etapa de la cultura occidental que ha dejado de ser proyecto y posibilidad para convertirse en pasado de la filosofía.

Debido a su escenario histórico, la modernidad ha sido generalmente concebida como un transcurso de mundanización o secularización. La súbita aparición de los humanismos renacentistas, la redención del materialismo griego y las posibilidades de superioridad sobre el mundo que abrió la ciencia positiva hablan en favor de esta exégesis del mundo moderno como una toma de conciencia de su particularidad en diferencia con los dualismos de la filosofía medieval. Ahora bien, si tenemos en cuenta a la génesis de la filosofía moderna nos hallamos con que personifica una radicalización de determinadas posibilidades francas por la teología cristiana. No puede tener a menos la continuidad, si bien radicalizada, que se descubre entre la centralidad que el cristianismo imputa al hombre, su exclusivismo a la naturaleza y la relativización consiguiente del mundo, y los presupuestos sobre los que se inscriben el voluntarismo teológico bajo medieval, el humanismo del Renacimiento y el deísmo racionalista.

Cabe entender, por consiguiente, que lo que ha sido radicalizado por la modernidad es la distinción de la conciencia frente al mundo. Cuando Descartes establece los primeros pasos metodológicos de la via modernorum confiesa abiertamente haber resuelto «abandonar todo este mundo de aquí a sus disputas (de los escolásticos), y hablar sólo de lo que sucedería en otro mundo nuevo, si Dios crease ahora en algún sitio». En el inicio programático de la modernidad no aparece directamente ni un naturalismo ni una secularización, sino más bien lo que Hannah Arendt ha calificado como una «alienación del mundo». Se trata de una auténtica worldlessnes, de carácter radicalmente opuesto a la subordinación platónica de la materia a la idea, y que tampoco se puede asimilar a la primacía que el cristianismo concede al espíritu sobre lo sensible. «La pérdida del mundo de la filosofía moderna, cuya introspección descubrió la conciencia como la única garantía de la realidad, es diferente no solamente en grado de la antigua sospecha de los filósofos hacia el mundo; el filósofo ya no pasa del mundo de la engañosa caducidad a otro de verdad eterna, sino que se aleja de ambos y se adentra en sí mismo»

Krusty